Historia de las avarcas menorquinas y de la marca de garantía Avarca de Menorca

Historia de las avarcas menorquinas y de la marca de garantía Avarca de Menorca

Sencillas, cómodas, prácticas. Esas son las tres cualidades que nos vienen a la cabeza cuando pensamos en las avarcas menorquinas. ¿Verdad? Y yo añadiría, además, estilo, acierto y tendencia: con ellas puedes marcarte un estilazo, son un acierto en cualquier ocasión y son un must que todas debemos tener en nuestro armario veraniego para marcar tendencia.

 

Sin embargo ¿sabes de dónde proceden las avarcas menorquinas? Y me dirás ¡de Menorca, pues claro! Pero me refiero a su origen, a la base que sirvió para que nacieran tus sandalias favoritas. ¿Quieres conocerlo? ¡Pues te lo cuento!

Menorca ha sido una tierra conquistada en muchas ocasiones. El maravilloso puerto natural de Mahón fue objeto de deseo para aquellos que querían expandir sus imperios. En cada una de sus estancias, sus conquistadores dejaban algún “recuerdo”, “costumbre” o “vestigio” que los menorquines transformaban y adaptaban a sus necesidades y su estilo de vida. Ese es también el caso de las avarcas menorquinas. Como ya te comenté en el post sobre el nombre de la avarca, el término “abarca” no es exclusivo de Menorca, si no que podemos encontrarlo en otros puntos de la geografía española y mediterránea, ya que tiene su origen en el imperio romano.

Sin embargo, parece que su llegada a Menorca no fue con ellos, si no de la mano de la corona catalano-aragonesa, quienes con su conquista en el siglo XIII inspiraron a los payeses menorquines, especialmente los del centro de la isla, en dónde se encuentra la fábrica de avarcas menorquinas Mibo, para crear un calzado flexible y resistente que les permitiera trabajar la tierra con los pies protegidos del frío, las piedras y el rastrojo. ¿El frío, enserio? Sí, como lo lees. Los payeses de Menorca, colocaban paja en el interior de sus primitivas avarcas para protegerse de la humedad y mantener sus pies calientes y sin sabañones que les impidieran seguir trabajando.

En sus orígenes, los payeses fabricaban ellos mismos sus propias avarcas menorquinas, sentados frente al fuego las noches frías de San Miguel a Navidad (de septiembre a diciembre). Me encanta imaginármelos, contando cuentos populares y fabricando o arreglando sus avarcas mientras también realizaban otros trabajos, como fabricar utensilios de esparto, arreglando sillas con cuerda (“cordar cadires de bova”) o haciendo escobas de palma. Eran tiempos humildes y las avarcas incluso formaban parte a veces del pago del sueldo de los trabajadores del campo, “missatges”, jornaleros que ayudaban al payés y su familia.

La materia prima inicial era el cuero de los animales (vacas, cerdos…) de sus “llocs”, los predios típicos menorquines. ¡Quién no ha soñado con vivir en uno de ellos! Pues con ese cuero fabricaban toda la avarca, desde la suela hasta las correas de sujeción, escogiendo siempre las partes más gruesas y grasas para una mejor protección. Con la llegada de las ruedas de goma llegó la revolución: cambiaron cuero de las suelas por la banda de rodadura de los neumáticos y las correas por tiras de goma sacadas de los laterales de los mismos, dando así aún más resistencia y agarre a sus avarcas.

Tan cómodas y resistentes eran, que la burguesía menorquina empezó a usarlas. Sin embargo, estas avarcas primitivas eran demasiado bastas (o sea, que ¡no eran muy bonitas!) para los finos pies de las señoras, por lo que alrededor del año 1955, los señores de Pregonda pidieron al taller de la familia Servera en Es Mercadal, expertos zapateros, que les fabricaran un modelo más refinado pero que a su vez les permitiera a ellos y a sus muchos invitados andar por las rocas y por la playa. Tal fue su éxito entre los “señores” (la burguesía y la nobleza de la isla) que incluso se celebraron bailes en los que el único calzado permitido eran las avarcas menorquinas.

Des de ese momento, el principal cliente de la avarca menorquina ha sido siempre el turista, y su éxito fue tal que desde 1965 hubo varios intentos de patentarla, contra lo cuál lucharon los fabricantes locales, con la ayuda de PIME Menorca, hasta conseguir, en el año 2000, unas normas de regulación básica (“Avarca producte de Menorca”) desde el Consell Insular, que sirvieron de base para que éste, junto con la Asociación de Fabricantes de Calzado de Menorca, aprobaran en 2010 el reglamento oficial de la marca de garantía Avarca de Menorca, para ceder su uso comercial a las empresas de la isla que lo soliciten y cumplan con la normativa.

Con la marca Avarca de Menorca se informa al consumidor sobre la indicación geográfica de la producción y se distinguen en el mercado las avarcas que cumplen con los requisitos técnicos de calidad de materiales y fabricación. ¡Eso es imprescindible!

¡Qué interesante! ¿Conocías esta historia? A mí me ha encantado investigarla, ahora me gusta aún más llevar mis Avarcas Mibo, sabiendo que es fabricante oficial de la Avarca de Menorca, distinción que lucen sus avarcas con orgullo por los cinco continentes, promocionando la isla de Menorca a través de su símbolo más representativo. Y es que no hay nada mejor que la unión de tradición e innovación en un producto que sale del corazón.

Yo las uso todos los días. ¿Y tú?

 

Fuente: información histórica extraída del texto “L’Avarca de Menorca. Un calçat del cap per al futur de Menorca”, de Miquel À. Marquès Sintes, facilitado por el Consell Insular de Menorca.

Foto: Libro "Sabaters de Banqueta Des Migjorn Gran" Adolf Sintes

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